Cuando hablamos de tendencias recientes nos estamos refiriendo a los conceptos básicos, algunas criterios y hasta los propias descripciones, propuestas conceptuales, algunas definiciones provisionales y determinados criterios que ameritan el empezar de un trascurrir proyectando siempre nuestro entorno a un futuro innovador, donde nuestras ganas y carismas sean plasmados desde un punto de vista objetivo sin tratamientos si no un ente merecedor de lo que realmente pudo obtener mediante meritos conscientes.
Para organizar, explicar y evaluar las múltiples direcciones hacia las cuales se orienta el esfuerzo humano por entender el fenómeno de la ciencia, a partir de lo cual cada quien podría decidir y hacer sus propias selecciones de trabajo.
Partiendo otras bases conceptuales que resulten más eficientes e, incluso, perspectivas que pueden deducirse a partir de otras tesis diferentes; en ello, precisamente, radica uno de los retos fundamentales para una teoría de la ciencia.
De allí surge la necesidad de dar respuestas a preguntas tales como ¿cuáles son los criterios para definir la felicidad de las sociedades? ¿A favor de qué parámetros controlamos e intervenimos sobre el mundo? ¿Es lo mismo un control de tipo neo-liberal, individualista, que un control de tipo socialista, colectivista (Padrón, 2004)? Es obvio que no se puede hacer ciencia sin tener en mente esos criterios, sin pensar en las proyecciones sociopolíticas de los resultados de la producción científica. Sería absurdo pensar que los científicos sólo hacen ciencia, dejando que los políticos decidan qué hacer con el trabajo de ellos, con sus teorías y con las tecnologías derivadas. “nuevas epistemologías” no es en absoluto una expresión técnica, sino divulgativa, tal vez un tanto retórica, probablemente nacida.
Sin embargo, al lado de esta vertiente orientada a la evolución del conocimiento en general, conocida como el “programa de la evolución de los mecanismos epistémicos” dedicado a explicar la evolución de los aparatos cognitivos (sistemas cerebrales, motores, sensoriales), nació también el “programa de la epistemología evolucionista de las teorías” dedicado a explicar las teorías, metodologías y culturas científicas, en buena parte desde el ángulo evolutivo de la selección natural. Dentro de este programa, hace cinco años se publicó en inglés el interesante libro de William S. Cooper, “La evolución de la razón: la lógica como rama de la biología” (The Evolution of Reason: Logic as a Branch of Biology), donde explica la derivación evolutiva de la matemática, la lógica de decisiones, la lógica deductiva, la lógica clásica y las lógicas no clásicas. Esta obra representa un paso importante en la epistemología evolutiva de al menos un área importante del conocimiento científico.
Para llevar a cabo estas variaciones en el contexto de los diferentes entes bibliográficos debemos tener en cuenta los tratamientos epistemológicos que hasta ahora han adoptado varios sistemas. De acuerdo a lo que plantea Padrón (2006), en una de sus afirmaciones de su investigación nos muestra que los problemas son proposiciones demostrativas, que necesitan pruebas o son tales como para expresar una acción; cuyo modo de realización no es inmediatamente cierto. El futuro inmediato de esta epistemología evolucionista parece estar marcado por la oposición entre una visión progresista, acumulativa, conducida perfectivamente hacia un conocimiento científico convergente, en esta visión general en la ciencia) y otra visión indeterminista, aleatoria que, lejos de considerar una llegada a centros convergentes, considera una explosión de divergencias al término de una línea evolutiva anárquica, imprevisible y ateleológica. En breve, y por encima de la epistemología, es el debate entre la visión de una evolución centrada en fines, dirigida a metas, y la visión de una evolución satisfactoria.